Sábado 13 de enero de 2007
Siempre tiene uno entusiasmo el primer día de viaje, pero éste fue, agotador. Salimos muy temprano de Villa Gesell, a la hora que los chicos vuelven de bailar. Hacia las ocho de la mañana ya estábamos viendo los girasoles sobre los campos ondulados de Tandil. Fuimos haciendo algunas paradas sobre la 74. Era una mañana hermosa.
Las rutas tenían su tráfico de camiones, como siempre. A los costados del camino sorprende la popularidad del gauchito gil, cuyas banderas rojas se levantan como altares espontáneos.
Bordeamos Bahía Blanca, no queríamos enfrentar la ciudad, y por primera vez no nos perdimos en los cruces de caminos. Cerca de la frontera de Buenos Aires, nos hicieron el control sanitario de rigor. Una mirada rápida y una pequeña ducha para el auto.
Ruta 22 mediante, cruzamos el Río Colorado y ya estábamos en territorio patagónico. Nos recibió kilómetros más adelante el Valle de Río Negro con sus frutales y su tráfico pesado.
Llegamos a última hora de la tarde a Cipolletti, en donde esperábamos un descanso reparador.
Domingo 14 de enero de 2007
No fue una noche plácida. Los vientos nocturnos traían a nuestra habitación los ecos del recital de un artista desafinado. No pudimos dormir hasta pasadas las cuatro de la mañana. No obstante, a las ocho y algo ya estábamos arriba para continuar el viaje.
Atravesamos Neuquén, capital nacional del semáforo. Continuamos así por la RN 22 que nos llevaría a nuestro primer destino. Pudimos ver los pozos de Repsol trabajando en el yacimiento. Pasamos por las localidades de Plaza Hincul, con sus simpáticos dinosaurios, Zapala, que nos recordó a Ashgabat, con su paisaje árido y montañas distantes; y finalmente, Las Lajas.
En Zapala tomamos la ruta 21 hasta Loncopué, en donde le paisaje comenzó a definirse volcánico. Ahí giramos hacia la ruta 26, que ofrece un paisaje de laderas abruptas y formas fantasiosas. Algunos rebaños cruzan nuestro camino, y desde lejos, se divisan pequeños ríos de montaña, que abundan en ocres y verdes.
Finalmente llegamos a Caviahué al rededor de las tres de la tarde. La primera impresión de Caviahué fue la que se tiene de una obra en construcción. Es una aldea pequeña en la que el 80% de las casas parecen estar por construirse. Las viviendas rodean el Lago Agrio. Un lago en el que está prohibido bañarse porque (según la versión oficial) sus aguas, de origen volcánico, cargan azufre y otros minerales que lo la hacen apta para el consumo humano (calculamos también que, como en todos estos pequeños pueblos en desarrollo, que el lago fue contaminado por deshechos cloacales hasta que hubieron plantas de tratamiento)
A la orilla del lago, almorzamos los sandwiches de miga más caros de la Argentina. La despensa supo sacar provecho de ser el único comercio abierto de la zona el domingo en horas de la siesta.
Capítulo aparte merece el bosque de pehuenes camino al centro de esquí. Imponentes y majestuosos. Milenarios. Silenciosos. Verlos en invierno se hace promesa.
Mucha obra se ve en el centro de esquí que parece estar creciendo a un ritmo destacable. Mil seiscientos metros en la base es nieve segura, no se equivocan en apostar.
El crepúsculo finalmente arrojó un colores deliciosos sobre el lago. Pero las estrellas... para seres urbanos como nosotros, son un espectáculo realmente exuberante.
Lunes 15 de enero de 2007
Al rededor de las diez salimos del Hotel de Lago en Caviahué rumbo a las termas de Copahue. El camino de ripio es accesible solo en verano, en temporada invernal, el centro termal permanece aislado y el camino intransitable.
Desde el camino pudimos ver el hito fronterizo que señala el límite con Chile, las lagunas mellizas, una usina geotérmica, y las cañerías de aquella obra cuyo objetivo construir una loza radiante para las calles de Copahue... pero que finalmente no se llevó a cabo.
Copahue es una pequeña villa cuya razón de ser son los baños termales. Está ubicada en un antiguo cráter del volcán. La actividad sísmica y volcánica es importante en la zona. Según nos dijeron, había habido un sismo el 31 de diciembre pasado.
En el centro de Copahue se encuentra el lago sulfuroso y la laguna del chancho en el complejo termal municipal. El olor a azufre es importante, cuesta un poco acostumbrarse.
Llamaron nuestra atención las laderas aún cubiertas de nieve, sobre las que pasamos un buen rato arrojándonos en un improvisado trineo de nylon. La cantidad de nieve que se acumula en temporada invernal sepulta prácticamente toda la aldea.
Subimos por la ladera para tener una vista panorámica de Copahue, nos sorprendió un césped muy verde y brillante de hojas duras, tan perfecto que parecía una alfombra sintética.
Vimos también muchas flores de hermosos colores: amarillas, violetas, blancas. Completaban la escena estrechos arroyos de deshielo.
Por la tarde nos dirigimos hacia 'Las maquinitas', una zona en donde brotan vapores sulfurosos.
Un ruido intenso, lagos burbujeantes, y un característico olor a azufre, son el recuerdo de rigor.
Hay también un par de lagunas de fango mineralizado, materia prima de los servicios de salud y belleza que se ofrecen en los baños termales. Allí pasamos un buen rato embarrándonos en una improvisada sesión de fangoterapia.
Culminó la jornada una visita al Salto del Agrio, hermosa caída de agua mucho más importante que lo que puede captarse en una fotografía. Los naranjas y ocres, en el estanque, le dan a este salto un color intenso y especial.
De regreso a Caviahué, recorrimos a pie la villa y sacamos la conclusión de que en invierno debe tener una mayor actividad comercial. Al lado de nuestro hotel están construyendo un flor de hotel, cinco estrellas, spa, casino, centro de convenciones, y más allá otra hostería, y más allá quién sabe... calculamos que la fisonomía de Caviahué cambiará mucho en poco tiempo.
Martes 16 de enero de 2007
El crepúsculo reflejó un paisaje encantador sobre el Lago Agrio. Me desperté a media noche y vi desde mi ventana la luna en cuarto creciente rebotando su imagen sobre las aguas estáticas. Las estrellas, muchas y brillantes completaban una pintura inolvidable.
La mañana invitaba a la caminata. Salimos con intenciones de trekking liviano, y nos dirigimos a la zona de las cascadas. Entramos con el auto, pero lo dejamos por ahí, porque el ripio era amenazante y la caminata tentadora.
El sendero nos llevó entre piedras a un bosque puro de pehuenes. Interesante poder identificar ejemplares machos y hembras, y ver pequeños retoños a la sombra de sus milenarios progenitores. Las laderas abruptas talladas prolijamente completaban un paisaje imponente hasta los deliciosos saltos, excusa central del paseo.
Por la tarde emprendimos la búsqueda de la Cascada Escondida, poco antes de llegar al hotel Farallon al pie del centro de esquí.
Una placentera caminata de aproximadamente unos 2 km nos llevó a la vista de un magnífico salto de aguas de deshielo.
La caída, prácticamente encajonada entre grandes paredes de rocas, tiene una altura considerable. Un bosque de pehuenes rodea todo el paseo dándole a la zona un perfil característico.
Pensábamos por la tarde hacernos algunos masajes o tomar algún otro servicio de los que se ofrecen en Caviahué... pero finalmente preferimos un plácido paseo bordeando el lago, especular sobre las muchas construcciones que se están haciendo en la villa y estimar la altura que podría alcanzar la nieve en invierno. En un minimercado vimos una foto de la erupción del Copahue en el 2000... ¡realmente escalofriante! pero la chica que nos atendió nos contó que en esa ocasión evacuaron el pueblo y que no hubo daños importantes.
Por la noche, cenamos un interesante cordero a la cerveza con un buen malbec para despedirnos de éste acogedor suelo volcánico.
Miércoles 16 de enero de 2007
Nos levantamos relativamente temprano con la intención de llegar a medio día a nuestro próximo destino. Nos fuimos alejando con la idea de volver quizá en temporada de esquí y llevándonos el buen recuerdo de la amabilidad de la gente... y también dejando olvidadas en algún armario del hotel, un par de zapatillas de trekking, cosa que no descubriríamos hasta muchas horas después. ¿Por qué será que uno siempre olvida algo en los viajes? ¿Será quizá que no quiere irse del todo?
Tomamos la ruta RP 26 hasta Loncopué, atravesando territorio mapuche. Otra vez, nos encontramos con los riscos bayos, formación volcánica que nos recordó a Capadoccia, en Turquía.
Y de allí la RP 21 hasta unos kilómetros antes de Las Lajas en donde nos desviamos por la RN 22, hasta el paso de Pino Hachado, en donde cambiamos el rumbo una vez más hacia la RP 23, que bordea el rio Litrán. La ruta es de un ripio suave, gran parte de arena volcánica. El paisaje merece una mención aparte. Los bosques de pehuenes se elevan increíbles.
El trayecto hasta Villa Pehuenia pasa rápido. Ya en el empalme con la RP 13, se ven las forestaciones de pinos que prometen una transformación importante del paisaje.
El lago Aluminé, magnífico e imponente inaugura, con el lujo de los pehuenes, el justamente famoso corredor de los lagos patagónicos.
Villa Pehuenia está desbordada de turistas. Uno se pregunta si sus habitantes están realmente a la altura de las circunstancias. Se nota movimiento y cambios respecto al año anterior. Pero aún, mucho de lo que se ofrece al turista parece un tanto precario e improvisado.
Supimos por ejemplo que los campings estaban desbordados, permitiendo el ingreso de más gente de la que soportan sus instalaciones. Hemos visto gente acampando por cualquier lado, también... en zonas en las que por lógicas razones de seguridad no debería estar permitido.Y en otro tipo de servicios, nos llevamos una impresión similar a la del año pasado. Aunque los aparts son “muy decorados”, con instalaciones lujosas a veces, pero sobre todo muy marketineros (todos tienen hermosas web pags publicitarias y anuncian con coquetería en la famosa Guía Verde), la limpieza y el mantenimiento general de las instalaciones deja muchísimo que desear, lo cual es inadmisible y potencialmente peligroso para el desarrollo turístico de la Villa.
Pero bueno, vayamos a la parte linda del asunto, las razones por las cuales volvimos aquí este año. La playa del Aluminé sigue encantadora como siempre. Todavía son escasas las embarcaciones, vimos dos o tres veleros, un par de canoas, ¿quizá alguna lancha?. Todavía es poca la gente en las playas públicas, todavía no está contaminado, todavía hay muy pocas piedras escritas por los salvajes de siempre (aunque ya hay algunas), todavía la gente no grita ni molesta con su música a todo volumen... todavía. Pasamos gran parte de la tarde literamente remando en nuestro gomón, bordeando las pequeñas penínsulas y bahías. Nos inspiró el escaso viento, lo cual colaboró con nuestra nuestra breve experiencia de remeros. El paisaje es francamente bellísimo, sin exageraciones.
A la noche cenamos en un bar recientemente inaugurado, Iñaki. Nos encantó calidez y la buena onda. Eso sí, el café, te lo quedan debiendo.
Luego de regreso en la cabaña, tuvimos el disgusto de una invasión de pequeños alacranes, con sus pinzas y colitas amenazantes. No estábamos muy seguros de que no fueran ponzoñosos hasta que lo confirmamos al día siguiente. Así que, duda mediante, nos mantuvimos alertas y dedicamos gran parte de la noche a ahuyentarlos con todo lo que encontramos a mano.
Jueves 18 de enero de 2007
Me levanté temprano... si es que dormí esa noche y vi el amanecer en el lago. Un espectáculo maravilloso.
Luego hicimos la excursión del día. Subimos al cráter del Batea Mahuida. La subida es sencilla y no requiere vehículo 4x4. En el primer tramo pueden verse las instalaciones del parque de nieve administrado por la agrupación mapuche Puel. Puede verse un T-bar y y una confitería. Así a simple vista, la pista principal parece larga pero con una pendiente muuuy suave, perfecta para principiantes.
El ascenso al cráter es de arena volcánica, el trayecto es árido interrumpido únicamente por algún pehuén. El cráter es ahora una laguna ovalada que se congela en invierno. Una franja de nieve muy delgada podía verse en la ladera. Continuamos hacia arriba un poco más, y la recompensa, magnífica: una prolija visión de los volcanes nos recibió en la cima. Sólo empañó nuestra excursión la presencia de los tábanos, especie de mosca gigante cuya picadura, si uno es alérgico, es algo bastante molesto. Por suerte matamos (bueno, no yo, pero si alguno de mis compañeros de viaje) unos cuantos, haciéndole muy bien al desarrollo del turismo regional.
Por la tarde nos dedicamos en mejorar el control del bote sobre el Aluminé. Cruzamos en distintos viajes el trecho que nos separa del islote de los cuatro pehuenes y mejoramos la sincoronización de los remos. Nos desorientamos alguna vez confundiendo la península con la isla... pero igual llegamos a destino.
La noche nos tenía preparada una sorpresa inesperada. El cometa McNaught surcó el despejado cielo del crepúsculo de Pehuenia y pudimos verlo, con todo su esplendor, ponerse sobre los cerros que se ven desde la Bahía. Lástima que no había llevado la cámara de fotos. Espero volver a verlo para poder fotografiarlo.
Viernes 19 de enero de 2007
El día amaneció despejado, luego ventoso, luego parcialmente nublado, luego despejado... cambia rápido, pero no llueve acá en Pehuenia. En Moquehue, del otro lado del lago, se dice que es más húmedo. Veremos en un par de días si así es.
Quisimos dedicar la mañana a una caminata por la Villa. Senderos polvorientos, toneladas de piedra pomez, subidas y bajadas constantes. Recorrimos el paseo de los artesanos, que tiene un simpático muñeco sobre la caricatura de un piñón como mascota. Rodeamos las lagunas, cerca de territorio mapuche, que eleva su bandera colorida junto a los animales de crianza y precarias viviendas. Luego vistamos la zona de restaurantes sobre la bahía, donde observamos que hay algunos servicios más que el año pasado como alquiler de equipos para mountain bike, kallacs, canoas y algunas lanchas que se suman al velero Misterix con el que recorrimos el Aluminé en la estadía anterior.
Frente a la municipalidad vimos que se estaba armando un pequeño podio para autoridades, entonces preguntamos a unos periodistas que según nos dijeron venían de Zapala a cubrir el evento, qué pasaba. Nos entramos que el 19 de enero es el día de Villa Pehuenia. Quizá bajo el efecto embriagador del paisaje lo consideré una “señal” de algo, por que es el día de mi cumpleaños. Estaban esperando al gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch (que como todos saben, está en campaña para presidente) que llegó en en un helicóptero que aterrizó sobre las playas del lago. Dos breves discursos, del intendente y del gobernador, algunas promesas. Inauguraron la primera etapa de la obra de gas para el pueblo. Estaban los abanderados de las escuelas, y desfilaron todos los vehículos del patrimonio municipal: las topadoras, los guardafaunas, los rescatistas de montaña, incendios forestales, la ambulancia, el camión recolector de residuos, la combi de escolares... también gendarmería y los mapuches a caballo. Nos llamó la atención un sarcástico cartel de los pobladores de Moquehue, el cual decía “Bienvenido Sr. Gobernador, gracias por la luz. Moquehue, visístenos.”. En efecto, parece que no es la primera vez que se promete la luz en Moquehue y todavía están a fuerza de generador... el periódico regional, afirmaba que efectivamente, Sobisch visitaría los avances en la electrificación fural en la zona de Moquehue.
A medio día fuimos al camping Don Cirilo, en las afueras del pueblo. Es un predio forestado grande, con una playa hermosa. Pero el camping es un poco (un poco bastante) desorganizado, al punto que uno entra sin que nadie pregunte si uno tiene o no planes de acampar, lo cual deja ciertas dudas sobre la seguridad y ninguna sobre la calidad del servicio.
Luego, de regreso a la cabaña. volvimos a cruzar a al islote con nuestro bote. Esta vez desembarcamos y lo exploramos un poco. Encontramos algunas flores y un grupo de chicos que habiendo cruzado en callacs, intentaban cazar lagartijas entre las piedras.
Nos quedamos descansando en la playa, en donde vimos algunas personas haciendo snorkel, absolutamente maravilladas por la forma abrupta en que se producía un salto en la profundidad del lago.
Por la noche hicimos un asado en la cabaña. Acompañamos con un Malbec de la Bodegas del Fin del Mundo, muy recomendable. Me regalaron unos alfajores del harina de piñón muy interesantes. Supimos algunos detalles de la producción, como que las cotorras ayudan a que las piñas cargadas caigan en marzo, pero se comen la mitad.
El crepúsculo, parcialmente nublado, me ocultó el cometa que estaba esperando capturar con mi cámara. Espero tener mejor suerte mañana.
Sábado 20 de enero de 2007
Amaneció nublado y continuó así todo el día, así que decidimos que nuestro último día en Pehuenia fuera tranquilo.
Una vez más cruzamos en nuestro bote, pero esta vez lo hicimos desde la península. Navegamos como siempre hasta el islote en donde almorzamos, mientras veíamos algunas lanchas que atravesaban la bahía. En el agua vimos unos pequeños cangrejos rosados y los troncos de los pehuenes con sus líquenes colgantes, dan cuenta de un espacio aún virgen, aún no contaminado.
Regresamos para dar un breve paseo en auto por los alrededores, vimos algunas casas, quizá de las más antiguas de la Villa, hasta una playa pequeña, rodeada de acantilados y dominada por lengas y ñires. El día continuó sofocante y pesado. Mis esperanzas de volver a ver el cometa, comenzaron a desvanecerse.
Cargamos gasoil por las dudas. Cuando se acaba el combustible en la pequeña estación de servicio de la villa puede que pasen varios días sin él. La opción puede ser ir a cargar a la ciudad de Aluminé, pero son bastantes kilómetros para semejante propósito. Un lugareño de la estación nos dijo que era raro que Pehueña estuviera nublada, que quizá llovía... el diario regional daba cierto eco a tales augurios.
Finalmente la noche cayó sobre lago. Noche nublada, noche cerrada. Nos encontró silenciosos y cansados.
Cenamos en Anhedonia, lugar que queríamos conocer desde el año pasado. Exquisita fondeau, exquisito vino rosado, encantador servicio.
Domingo 21 de enero de 2007
Hoy nos mudamos al otro lado, esto es, pasando al itsmo, al lago Moquehue. Salimos temprano de Pehuenia, tras haber empacado rápidamente todas nuestras cosas.
Emprendimos el breve tramo de ripio que corresponde el primer tramo del circuito pehuenia. El paisaje se vuelve más boscoso, es evidente que el sector del Moquehue es más húmedo que el del Aluminé, así parece decirlo las cañas colihue que crecen a las orillas del lago.
Si Pehuenia es un lugar virgen aún, Moquehue lo es mucho más. El pueblo se reduce a un caserío, un par de hosterías, una proveeduría, un restaurante, una casa de artesanías... la escuela, el edificio de gendarmaría... el protagonista absoluto es sin duda el silencioso lago, el cerro de la Bella Durmiente y los pehuenes milenarios.
En Moquehue aún no hay luz eléctrica. El asunto es más que molesto para sus habitantes que dependen de los generadores. Ya se ven los postes instalados pero el alumbrado público tarda en llegar. Los generadores funcionan de 8 a 12. Al menos en nuestras cabañas. El resto del día tenemos luz de emergencia. La heladera es a gas. Pero no se siente. La falta de electricidad se compensa totalmente... hasta me ofrecen conectarme a internet vía satélite. Igual no puedo hacer arrancar mi PC, pero es problema de mi software y yo pierdo la paciencia. Prefiero invertir mi tiempo en contemplar la naturaleza. Pero están conectados, no tenemos dudas.
Por la tarde visitamos un lugar más que interesante. Un parque temático sobre los pehuenes, una especie de homenaje a la naturaleza en general y a estos árboles tan especiales en particular. Sobresale el buen gusto, la ternura y las ganas de hacer algo diferente, entre pedagógico y poético, entre recreativo e informativo. Junto al parque, una linda casa de te (o restó, como anuncia la folletería) muy recomendable. Ahí compramos un diccionario (cuyo autor es el mismo dueño del parque) de la toponimia de la región, cuyos vocablos, de origen indígena, pueden rastrearse en el mapudungun y el quechua. Corona la visita un nutrido libro de visitas, en el cual gente de todas partes del mundo deja sus felicitaciones y recuerdos.
A través del recorrido completamos gran parte de la información que ya teníamos sobre los pehuenes. Entre otras cosas, supimos que el pehuén es un árbol de los tiempos del jurásico que, habiendo sido contemporáneo de los dinosaurios, se está extinguiendo lentamente a través de un proceso natural (bueno, y con la ayuda de algunos aserraderos de antaño, también). Los pehuenes son árboles extraordinariamente longevos que tardan de 20 a 30 años en alcanzar su edad reproductiva, 250 años en alcanzar su altura definitiva... y pueden vivir más de un milenio: se han encontrado ejemplares de nada menos de 1300 años. Supimos que el mayo florece de setiembre a octubre y la hembra en noviembre. Los visitamos en pleno momento de fertilización, que se da a través del viento y de diciembre a enero.
Instalados más tarde en la cabaña ya, hicimos un pequeño recorrido en canoa. Experimentamos un modo diferente de remar y logramos desplazarnos con bastante éxito recorriendo la frondosa orilla del lago Moquehue.
Cenamos en una hostería de la zona... pero lo más importante, que pese a haber amenazado lluvia, el cielo se despejó para dejar ver el hermoso cometa que esta vez sí pude fotografiar... aunque la foto no salió tan buena como me hubiese gustado.
Lunes 22 de enero de 2007
El alba nos entregó un día nublado, el viento había cambiado. Parecía increíble, pensando cuan estrellada había sido la noche anterior.
Luego de comprar algunas provisiones, salimos desde Moquehue rumbo al Lago Ñorquinco. El camino de ripio es encantador, y como para tomarlo con prudencia. Lástima algunos que pasan a velocidad de autopista.
Las laderas repletas de pehuenes y ñires deslumbran con su belleza. El día se está nublando. Por la mañana nos habían dicho que cuando sopla viento del este, cambian las condiciones climáticas. Y en efecto, eso estaba sucediendo.
Llegamos a Ñorquinco promediando el medio día. Junto al lago hay un eco-camping muy bonito, onda mística. Los caminos están prolijamente marcados con piedras, las parcelas planificadas, los residuos deben separarse, en la puerta de los baños, información interesante para leer, como frases místico-panteístas o data sobre la flora y la fauna... hay actividades planificadas para los acampantes como tai-chi, o bioconstrucción. Como puntos débiles, los juegos infantiles están un poco deteriorados respecto al año pasado, y la proveeduría no parece muy dispuesta a la atención... una pena.
El lago es hermoso. La vegetación es abundante: ñires, caña colihue, flores de violetas, anaranjadas, amarillas. Los juncos crecen sobre las margenes del agua, el paisaje es deliciosamente silencioso.
Hicimos fuego buscando leña en el lugar y comimos un asado al aire libre. Nos atacaron unas abejas carnívoras bastante molesta, pero por suerte logramos distraerlas con un trozo de carne que les ofrecimos como banquete.
Finalmente, la lluvia que amenazaba se hizo presente. Cuando comenzó a extinguirse nuestro fogón, partimos para continuar el viaje.
Pocos kilómetros más adelante parecía despejarse por momentos. Llegamos a Piedra Pintada en la zona del lago Pulmarí. No está bien indicado, a no ser por un cartel junto a un portón de madera. Hay ahí un peñón de granito, colonizado por añosos pehuenes que subimos buscando los anunciados petroglifos. Desde la cima puede verse un lujoso hotel cinco estrellas que se construyó en la zona a los pies del bello Pulmarí. Finalmente, siguiendo nuestra intuición (por que las indicaciones son nulas), divisamos al tipo del peñón algunos vestigios de lo que quizá son los petroglifos.
Lamentablemente, los salvajes de siempre, escribieron encima lo que hace muy difícil discernir qué es qué. Sacamos algunas conclusiones y con ellas nuestras fotos. En cualquier caso, la escalada vale la pena, aunque tan solo sea por la vista que ofrece.
Sanos y salvos continuamos camino por el circuito pehuenia. La lluvia regresaba. Al girar hacia Pehuenia, bordeando el río Aluminé, encontramos que hay unos diez kilómetros ya pavimentados. Luego el ripio otra vez. El río Aluminé es transparente y rápido, por algo se practica raffting en él. El paisaje volcánico, enfatizado por la humedad de la lluvia, nos regaló un festival de arcos iris entre bloques de piedras y pehuenes.
Completamos la vuelta hasta la llegar otra vez al nuestro lago Moquehue, donde nos recibió desafiante un anochecer frío, nublado y lluvioso.
Martes 23 de enero de 2007
Llovió toda la noche, sin embargo, la mañana se presentó levemente nublada. Un aroma increíble a tierra húmeda se apoderó del paisaje... ah, si uno pudiera atesorar esas impresiones sensoriales del mismo modo que los colores y las formas con la fotografía...
Decidimos caminar por el bosque. Subimos de cara a la montaña sobre terrenos de la comunidad indígena de Pulmarí. La vegetación es húmeda. Dominan los ñires, los cipreses y la caña colihue. Hay muchas flores también. Y barbas de viejo que hablan de una zona virgen, todavía no contaminada. Desde lo alto la panorámica del lago es increíble. Seguimos el rastro de una cascada hasta donde no pudimos avanzar más... entonces decidimos volver sobre nuestras pisadas hasta encontrar la salida.
Luego fuimos hasta el camping Trenel, muy interesante la organización de las parcelas en terraza. El camping es realmente muy bonito y su restaurante, muy recomendable. La playa, increíble. Luego de una pizza deliciosa, bajamos hasta la orilla del lago y nos quedamos a contemplar el silencio.
Visitamos más tarde el local de artesanías de Moquehue: Choros. Ahí supimos que “la luz” no la traerán por el momento de Pehuenia sino que pondrían un generador.
De regreso en la cabaña intenté remar yo sola la canoa... no es tan fácil, sobre todo con viento en contra... y casi me choco con una lancha junto al muelle: patético. Espero mejorar.
La noche nos regaló una nueva vista espectacular del cometa y otro intento fotográfico.
Miércoles 24 de enero de 2007
Finalmente llegó el día en que debíamos abandonar los lagos. Siempre siento un dolor especial al tener que partir de los lagos patagónicos, un dolor difícil de explicar.
No recorreríamos muchos kilómetros hoy, pero serían difíciles. El ripio, cuando uno no viaja en una 4x4 siempre merece respeto y un cálculo generoso de tiempo.
Decidimos pasar por Pehuenia y tomar el camino hacia Aluminé, bordeando el río. Avistamos hermoso e imponente el Llaima, en una mañana generosa de cielo azulado. Luego tomamos el camino hacia Zapala. La cuesta de Rahue, merece una mención aparte: difícil, complicada de subida... no me quiero ni imaginar lo que es de bajada. La vista vale la pena, al menos para hacerla una vez en la vida. El Lanín lo reconocimos seguro... no nos queda claro cuáles son los otros dos volcanes, discutimos con otros viajeros que venían en sentido contrario si alguno no era el Villarrica... acordamos que no, porque ninguno humeaba... decidimos estudiar luego en el Google Earth a ver cual era cual.
Conclusiones sobre el camino alternativo a Villa Pehuenia desde Zapala: o llevamos el auto demasiado cargado, o necesitamos una 4x4.
Seguimos camino, subida más, bajada menos, un poco apunados, un poco preocupados por los ruidos que comenzaban a sonar en nuestro auto, entre las caprichosas rocas que nos despedían del paisaje volcánico.
Ya avanzando sobre la estepa, llegamos al Parque Nacional Laguna Blanca, que según vimos, recibió ese nombre porque en otros tiempos tenía una población muy importante de cisnes blancos. La laguna es una mancha turquesa sobre el desierto. El lugar, es ideal para el avistaje de aves. Tiene un pequeño centro de interpretación... pero no nos detuvimos demasiado, nos faltaba un trecho largo aún.
Llegamos a Zapala, luego Plaza Huicul, y nos llamó la atención un dinosaurio de metal que no habíamos visto a la ida, seguramente por estar mirando por la otra ventanilla. La meseta se define con nitidez, y giramos ahora hacia el sur, para llegar a Villa el Chocón, nuestro destino de esta noche. Antes de llegar nos sorprende una planta industrial de agua pesada de la que no teníamos noticias.
Sobre la ruta los carteles son muy simpáticos: Atención, a 17 km seres muy voraces, y la cartelería aparece como devorada por un dinosaurio. La villa, se ha desarrollado tursíticamente a partir de dos ejes, el }museo Ernesto Bachmann}, en donde se exhiben los fósiles de un dinosaurio carnívoro hallado por Carolini que supera al famoso tiranosaurio rex en tamaño y quizá en voracidad (el giganotosaurus carolinii); y la explotación naútica y balnearia del lago artificial formado por el embalse Ezequiel Ramos Mexía de la represa hidroeléctrica.
Paramos en la simpática Posada del Dinosaurio, con vista al embalse. La puesta del sol sobre las rosadas mesetas, hacen de este lugar un homenaje a las grandes obras de ingeniería.
Jueves 25 de enero de 2007
Finalmente llegó la hora de emprender el regreso definitivo. La ruta, pesada de camiones y bajo un temporal de gran magnitud, parecía de temer. El camino del Valle deja mucho que desear. Observamos baches cargados de agua, que la tornan muy peligrosa. Nos preguntamos por qué los camiones viajan con una carga mayor de la que pueden transportar... vemos los rayos clavarse sobre el campo, diluvia. Al llegar a {}Choele Choel, nos enteramos que cerraron la ruta, hay gente jugando al ajedrez, a las cartas... haciendo tiempo. Llegamos a Tres Arroyos promediando la tarde, nos esperaba un hotel con wi-fi, rodeado de trigo y girasoles. Lugar ideal para reponer energías y consultar el e-mail, después de tantos días de ausencia virtual. Por la mañana, volveríamos a Villa Gesell, a reencontrarnos con los turistas en masa, los precios astronómicos y la locura de los ruidosos veranos playeros. Será hasta el próximo viaje.